Mis vacaciones se pasaron rápidas. Creo que todo el mundo dice lo mismo pero eso realmente siempre sucede. Mi rutina era simple: despertar-ducha-comida-desocupado, así de simple. Y eso fueron todos los días de mis vacaciones, salvo pequeñas excepciones que incluían las visitas de amigos, las salidas familiares con otra familia, los días de mall-ofertas con mamá, las lluvias estivales que cortaron caminos y que además le cambiaban la cara al verano y uno que otro carrete en alguna casa o en la disco, con amigos que no veré en los próximos diez meses.
Lo ultimo es verdad y triste a la vez, porque al ser de un pueblo (Calama es una ciudad, pero le decimos pueblo de cariño y a veces no tanto) en el que sólo existen un par de universidades privadas, una que otra sede (con casi cero de carreras) de alguna universidad tradicional y los típicos institutos que abundan por todo Chile, la mayoría de mis amigos emigran a alguna ciudad, cercana o lejana, a buscar algún futuro en alguna carrera que algún día les dará frutos, entonces separarse de tus amigos, que conoces por años, es algo inminente. Creo que a mi me ha costado acostumbrarme, este es recién mi segundo año, mientras tengo amigos que ya están haciendo practica, pero bueh, en diez meses más estaremos juntos, o quizás antes si nuestras vacaciones de invierno coinciden y será esa monotonía que me gusta y a la que estoy acostumbrado, esos abrazos sin pedirlos, esos besos porque sí y esos “te quiero amigo” porque salen del alma.
No conocí mucha gente en mis vacaciones, ni tampoco hice algún gran viaje; diez días en Antofagasta bastaron para renovar energías y que ocuparé durante todo este año.
Creo que este verano pasó sin más pena ni gloria. No es como cuando tienes tu primer amor de verano y lo recuerdas para siempre, o cuando realizas ese gran viaje mochiliando con tus amigos por Chile, o como la primera vez saliste del país y tuviste que conseguir algún empleo para obtener plata. No, nada de eso. Hay poco que recordar, pero lo poco es eso que alimenta, que me llena el alma y me da ganas de más, que me dice que diez meses se pueden pasar rápidos y que al volver todo puede seguir igual y nada va a cambiar, que me hace sentir que la Universidad es una linda etapa, y que ya estoy listo para seguir en la pelea.